domingo, 5 de junio de 2011

El sentido del humor escocés

High Street es una de las calles más bonitas del Campus y
está al lado mi residencia aquí.
Desde que llegué me ocurren varias cosas curiosas. Una de ellas es que me ha dado un bajón de cansancio impresionante. Creo que durante las últimas semanas había estado tan tenso y preocupado que al llegar me ha salido todo. Además, estábamos ya a final de curso, así que estaba ya cansado de por sí.

Una segunda cosa es que los días se me hacen eternos. He pasado de trabajar 12 horas o más al día a tener una única función y se me hace raro. Deja un vacío extraño. Además, como amanece tan temprano y se hace de noche a las 23 horas, pues aún más.

Está es también High Street. La bocacalle a la derecha es
Meston Walk, mi calle.
Otra cosa es que me cuesta concentrarme y estoy bastante disperso. Estos días han sido muy de explorar y de ubicarme, pero ahora siento la necesidad de centrarme y de ponerme a trabajar a tope en mi objetivo aquí, que es acabar la tesis doctoral. Mañana es domingo, pero como tengo la tarjeta de seguridad puedo entrar al edificio de la Facultad y como estará vacío voy a concentrarme en trazar un plan de trabajo y organizar bien las tareas. Así que mañana a las 8 quiero estar allí, así al medio día ya estaré libre y puedo dedicarme a otras cosas.

Esta cafetería está en High Street y suele frecuentarse
por los estudiantes. Fijaos en su slogan, arriba en símbolos.
El reflejo del cristal soy yo.

Otra cosa es lo muchísimo que estoy disfrutando de pasear. Me encanta. En mi vida cotidiana apenas tengo tiempo y aquí disfruto de pasear, pararme a oler cosas, a mirarlas a pensar sobre ellas... a veces cojo el mp3 y voy escuchando música, pero a veces simplemente escucho a los pájaros y el sonido del viento. Quiero dar muchos paseos. Me gusta ir por ahí y oler.

¿Y si anochece qué? Pues corro.
Ayer tarde fui a dar un nuevo paseo. El frío que hacía era ártico, gélido. ¡Madre mía, qué frío que hacía! Iba con chaqueta caliente e impermeable y aún así estaba helado. De todos modos, decidí dar un paseo largo y anduve durante 2 horas. Cada día tomo un rumbo diferente y hasta ahora todos los paseos han sido fantásticos. He llegado hasta la puerta del jardín botánico, pero hoy hacía un día tan raro que he preferido reservarlo para un día más luminoso. Así que he seguido caminando. Sin rumbo, he encontrado otra iglesia con un cementerio alrededor y he estado mirándolo por un tiempo. Es este de la fotografía. Al cabo de un ratito de observarlo he seguido caminando, bordeando el cementerio. Como en realidad era un barrio residencial, iba muy tranquilo, escuchando música. De repente, de lo que parecía un sólido muro a mi izquierda han salido dos seres de golpe. Yo, en un nuevo y más rotundo gesto de masculinidad y fortaleza, he dado un brinco hacia atrás para evitar la muerte que, a mi corto entender, se cernía sobre mí en ese momento. Para más dramatismo me he llevado inmediatamente la mano derecha al pecho, imposibilitando disimular el susto de muerte que me acababa de llevar. Lo que a mí me habían parecido almas errantes escocesas en busca de sangre fresca han resultado ser dos chicas jóvenes que salían de la iglesia por una pequeña puerta lateral que yo no había visto. Se han reído mucho conmigo. Yo estaba más serio, la verdad. No por la situación, que era graciosa, sino por mi dignidad perdida. Así que he hecho lo que cualquier hombre hubiese hecho en esa situación: fingir atención por un detalle de un muro cercano, dando tiempo a que las jóvenes errantes y garantes de mi deshonor se alejasen riendo.

Si se me permite decirlo, el sentido del humor escocés no me gusta mucho cuando ocurre cerca de los cementerios.

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